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Los problemas de memoria, hasta ahora siempre asociados al avance de la edad y el envejecimiento, podrían tener otra causa. Después de elaborar un estudio, el investigador del Instituto McKnight del Cerebro, Thomas Foster, -catedrático experto en investigaciones cerebrales relacionadas con la pérdida de la memoria- ha declarado que "el envejecimiento se asocia con el aumento de fallos de memoria u olvidos, pero mi trabajo muestra que el problema puede ser un ligero cambio en un mecanismo normal de olvido".
La causa de ciertos olvidos, cada vez mayores con el paso del tiempo, se podrían deber -más que a la edad- a las ligeras modificaciones en la forma como el cerebro archiva los recuerdos para dejar espacio a otros nuevos conocimientos. Es decir, los problemas cognitivos relacionados con el olvido se deben más a los patrones de
comunicación entre las células cerebrales y a los compuestos químicos que estas células necesitan para comunicarse. Algo que no tiene que ver tanto con la edad.
Según entienden los científicos, los recuerdos se convierten en tales y no pasan al ámbito del olvido cuando la comunicación entre neuronas es mayor, comunicación que tiene lugar gracias al salto de señales a través de los pequeños vacíos (o sinapsis) que existen entre neuronas. La formación de un recuerdo será más fácil y eficiente cuanto menos envergadura requiera este proceso de comunicación, es decir, cuantas menos señales entre neuronas se tengan que transmitir para ello. Un mecanismo cerebral de simplificación que, se podría decir, sirve para "limpiar los circuitos cerebrales" y continuar realizando este proceso. Sin embargo, el abuso de este mecanismo puede finalmente llevarnos a no generar ningún recuerdo, al olvido.
Se ha llegado a esta conclusión después de una investigación con ratas de diferentes edades. A todos los animales de les entrenó para realizar una acción que aprendieron rápidamente. Después, a algunas de las ratas, independientemente de su edad, se las sometió a una leve señal eléctrica que hacía a la sinapsis menos sensible y que, por tanto, entorpecía la comunicación entre células. El resultado fue que las ratas más jóvenes y las más viejas que antes había demostrado "buena memoria" eran más resistentes a la interferencia. No así las más viejas que nunca demostraron buena capacidad para recordar.
Después de este hallazgo, se abren más las posibilidades en el desarrollo de nuevas terapias o medicamentos que mejoren los mecanismos cerebrales que tienen que ver con la eficacia de la memoria. Y, por supuesto, ya nadie podrá echar la culpa de sus olvidos al número de velas de tarta que sopló en su último cumpleaños.
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